Deseos de recompensa

DESEOS DE RECOMPENSA

Creo que de cierta manera todos, desde niños hasta adultos, solemos esperar recompensa por algo que hemos hecho o dado. Los niños suelen pedir recompensas por hacer tareas, por portarse bien o aún por comer. Ya de grandes, en los estudios, en el ámbito laboral y aún en el matrimonial, se suele esperar consciente o inconscientemente una recompensa por lo que uno haya hecho.

Estamos tan acostumbrados a las recompensas, que cuando nos entregamos a Cristo y escuchamos, cantamos y leemos las grandes y hermosas promesas de Dios, nos lleva a pensar que cada cosa que hacemos por él debe ser recompensado, craso error.

Dios, a través de la vida de Pablo, nos enseña muchas cosas sobre cómo obra. Lo que encontramos en el libro de Hechos 16:6-24 es una muestra de ello. En los primeros versículos de esta sección vemos que Pablo:

  • Hizo caso a la visión

  • Lo hizo inmediatamente

  • Habló de Cristo a las personas que encontró

  • Bautizó a las personas que creyeron

  • Ayudó a una muchacha

Pero ¿Qué pasó después que hizo todas estas cosas que evidentemente agradaron a Dios? ¿Dios recompensó de alguna forma a Pablo por su buen proceder? Hechos 16:19-24 nos da la respuesta:

  • Fue prendido

  • Fue llevado ante las autoridades

  • Fue acusado de causar alboroto

  • Fue azotado

  • Fue echado en la cárcel, en el peor lugar posible

  • Fue puesto en el cepo

Cada cosa que iba sucediendo parecía ser una peor que la otra. Por cierto, no fue la única vez que Pablo recibió males como “recompensa”.

En cuanto a ti, ¿no has pensado que las cosas alrededor tuyo deberían ser distintas, mejores o lograr lo que te propones? Lo que Dios puede hacer o determinó dar a los judíos como resultado de su fidelidad, se ha convertido para muchos en su esperanza y tristemente en su motivación para servir u obedecer al Señor. Cuántos se han preguntado ¿Por qué Dios no responde a mis oraciones si:

  • Leo mi Biblia

  • Doy mis diezmos y ofrendas

  • Soy fiel a los cultos

  • Trato de vivir adecuadamente todos los días

  • Me visto adecuadamente

  • Hablo de Cristo a otros

  • Doy mis diezmos

  • Apoyo en algún ministerio

  • Entre otras cosas más

Dónde está mi recompensa, parecen reclamar algunos mientras que a otros parece que se les acaba la paciencia como aquel trabajador que se cansa de esperar su remuneración y piensa en renunciar. Creo que esto lleva a muchos a sentirse “decepcionados” de ser cristianos o aún peor, decepcionados de Dios.

Es imperativo recordar lo que el mismo apóstol Pablo se encargó de decir a los gálatas: NO NOS CANSEMOS, pues, de hacer bien; porque A SU TIEMPO segaremos, SI NO DESMAYAMOS. (Gálatas 6:9)

Es Dios quien establece la recompensa, el TIEMPO, la FORMA y el CUÁNDO. Todo lo que nosotros podemos hacer en esta vida nueva en Cristo, lo hacemos como agradecimiento de todo lo que significa lo que Él ha hecho por nosotros y por cierto, ni siquiera es producto de nosotros mismos, sino que es Dios haciendo en nosotros mismos (Hebreos 13:21). Independientemente de las circunstancias que atravesemos debemos vivir con la tranquilidad de haber sido hechos hijos de Dios y que nada ni nadie nos puede arrebatar de sus amorosas manos. Él siempre está en control y sigue en todo tiempo llevando a cabo sus divinos propósitos.

Dios te bendiga, vive para él.

— Kendig Valenzuela