Desafío del Autoengaño

Hola ¡Queridos lectores! 👋 

Bienvenidos al boletín semanal de Enseñanza y Sabiduría Bíblica.

Hoy quiero meditar contigo sobre el desafío del autoengaño. 

En medio del bullicio y la agitación de nuestras vidas diarias, a menudo nos encontramos repitiendo historias que nos contamos a nosotros mismos una y otra vez. Son narrativas internas que moldean nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Sin embargo, entre todas estas historias, hay una que se destaca como la más peligrosa de todas: la mentira que nos decimos a nosotros mismos.

Esta mentira es tan sutil y persistente que corremos el riesgo de creerla sin siquiera cuestionar su veracidad. Nos susurra al oído, nos envuelve en una falsa sensación de seguridad y nos convence de que somos invulnerables. Nos dice: «… tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?» (Abdías 3).

Estas palabras del profeta Abdías nos recuerdan el peligro de la arrogancia y la autoexaltación. Nos advierten sobre los riesgos de construir nuestra identidad en base a ilusiones de poder y seguridad, ignorando nuestra vulnerabilidad inherente como seres humanos. Nos confrontan con la realidad de que, tarde o temprano, todos enfrentamos desafíos que nos hacen caer de nuestras alturas soberbias.

Pero, ¿cómo podemos desafiar esta mentira insidiosa que amenaza con socavar nuestra verdadera identidad? La respuesta yace en la humildad y la honestidad. Al reconocer nuestras limitaciones y aceptar nuestra humanidad, podemos liberarnos del yugo de la falsa seguridad y abrirnos a una comprensión más profunda de nuestra dependencia en Dios.

«Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo» (Gálatas 4:7).

En medio de las voces que nos susurran mentiras, podamos escuchar la voz de la verdad que nos llama a la humildad y la autenticidad. Que podamos desafiar las narrativas que nos limitan y abrazar nuestra verdadera identidad en Cristo.

Gracias por leerme hasta acá en esta edición semanal de Enseñanza y Sabiduría Bíblica.

¡Dios te bendiga!

— Tomás Dahua